La fe cristiana, es básicamente, la afirmación de que el universo no es indiferente ni melévolo, sino que existe un poder (y un poder personal, además) que está del lado de la vida y de su plena realización; por otra parte, el cristiano creer poseer ciertas claves para encarnar esta afirmación en la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret. Pero cada generación debe encontrar la forma más adecuada de expresar esa afirmación por medio del análisis de lo que esa plena realización podría y debería significar para su tiempo. Una dimensión fundamental de esa expresión es la representación imaginativa, las metáforas y los modelos que subyacen a los sistemas conceptuales de la teología. No es posible interpretar la fe cristiana en la época en que se vive si se permanece indiferente ante las imágenes básicas que son el alma de la interpretación y que tanto influyen en la percepción y en la conducta de los individuos. No es posible hacer una teología para nuestro tiempo con metáforas y modelos anticuados y opresivos, como son los de un Dios <>,<> y <> del mundo. Es preciso efectuar una remitologización de las relaciones entre Dios y su creación, que es lo que intenta hacer la autora con los modelos de Dios como <>,< > y < > del mundo y con la imagen del mundo como cuerpo de Dios. Unas metáforas perfectamente verosímiles, tanto desde una perspectiva cristiana como postmoderna, para una teología de nuestro tiempo.