La esperanza cristiana se funda en el Reino de Dios que anuncia Jesús. El Reino ya está presente, y la misma vida de Jesús lo demuestra. Los discípulos se encargaron de anunciarlo no mediante discursos, sino a través del testimonio de su propia vida, inicio de la nueva humanidad. La prueba de su autenticidad exige que la persona haga realmente la experiencia de vivir con plenitud.