En los últimos decenios, se ha suscitado dentro de la comunidad humana un hondo interés por el cuidado del medio ambiente y por la preservación de los ecosistemas. La creciente toma de conciencia de la Tierra como «casa» (oikos) común del hombre y de los demás seres vivos que está amenazada en su condición de hábitat ade-cuado para la vida —debido al deterioro de la atmósfera, a la contaminación de las aguas, a la ruptura del equili-brio entre las diversas especies animales, a la explotación abusiva de los recursos naturales, a la pérdida progresi-va de las masas arbóreas y a las crisis sociales de los hombres (guerras, pobreza, conflictos económicos, injusti-cias, etc.)— ha ido haciendo surgir en el seno de la humanidad la urgencia de desarrollar un discurso racional o ciencia (logos) acerca de aquello que constituye el «hogar» del ser humano y la «morada» de los otros vivientes. Por eso, a partir de las capacidades intelectuales que nos son propias y requeridos por la necesidad ineludible de "salvar" la naturaleza —con la que estamos íntimamente relacionados—, de un tiempo a esta parte, los hombres estamos procurando la conformación y el despliegue de la ciencia ecológica. Buscamos comprender cómo hemos de vivir en el mundo a fin de establecer un desarrollo sostenible que pro-mueva lo humano y proteja la entera naturaleza. La ecología se muestra, por ello, como una ciencia interdisciplinar que demanda, casi con carácter de principio, la clarificación de cuestiones de gran a