La fe es el motor principal que hace que mujeres y hombres participen en la Iglesia católica para vivir y anunciar el mensaje de Jesús. Sin embargo, los itinerarios que se abren para unas y para otros dentro de esta institución son muy distintos y conducen a lugares sociales, eclesiales y vitales diferentes.La autora nos ofrece su testimonio como mujer en la Iglesia y, a partir de la experiencia, nos invita a reflexionar acerca de cómo influye ese contexto eclesial en la vida de las mujeres, desvelando algunos de los mecanismos que impiden que la Iglesia sea, efectivamente, un espacio en el que, como señala san Pablo, "ya no hay hombre ni mujer, (...) sino que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Gál 3,28). Además de la desigualdad evidente que se deriva de la exclusión de la mujer del ministerio ordenado y sus consecuencias, identifica trampas más sutiles como la sublimación de estas limitaciones a traves de un discurso de excelencia sobre lo femenino, una espiritualidad que invita a la subordinación de la mujer, la culpabilización del deseo, la forma de plantear el celibato y el matrimonio cristianos, y la atribución sexista de los roles de poder y servicio.