En un mundo en el que parece primar lo aparente, lo espectacular y lo estrepitoso, la parábola del sembrador y las que le siguen pretenden hacernos conscientes de que las realidades decisivas tienen lugar en un contexto de pequeñez, escondimiento y silencio. Se trata de atravesar la corteza y adivinar la fuerza que actúa en lo más hondo. Debilidad y fuerza de la simiente. Lo importante permanece oculto a los ojos. Las transformaciones auténticas y decisivas se producen sin que aparentemente ocurra nada, sin concesión alguna a la curiosidad.