El lector no ha de buscar en estas páginas una demostración propiamente dicha de la inmortalidad del alma humana, ni tampoco una investigación psicológica de las razones subjetivas que pueden mover al hombre a desear y hasta a afirmar aquélla. Encontrará tan sólo la genial determinación y leal descripción de la experiencia humana que da algún fundamento a la creencia en la supervivencia de la persona, con una aclaración muy exigente del preciso sentido de lo que ella en verdad da lugar a creer.