A la hora de educar, lo primero es tener muy claro a dónde queremos llevar a nuestros hijos: la meta, la finalidad. No es lo mismo educar para que sea u deportista de élite, para que sean lo que quieran ser y salgan como puedan, o para hacerlos buenos o felices. Hay que escoger; porque todo lo que hagamos de cara a ellos será necesariamente consecuencia de lo que nos hayamos propuesto que sea. Para hacerlos buenos y felices primero tenemos que saber qué es bueno y qué es ser feliz, con esta precisión: que para ser feliz hay que ser bueno. Por tanto, educarlos para el bien, para que sean buenos, es educarlos para que sean felices. Hablamos lógicamente del verdadero Bien y de la verdadera Felicidad, no de sucedáneos.