Todos aprendimos en nuestras primeras lecciones de Biblia que la historia de la salvación se jugaba en un terreno conocido como la Media Luna fértil; esto es, el territorio que se extiende entre Egipto, con el Nilo, y los imperios mesopotámicos, con los ríos Tigris y Éufrates. No es solo una cuestión geográfica, pues en aquellos escenarios, junto con los ejércitos de unos y otros que se entrecruzaban, iban de la mano la lengua, los mitos, las costumbres, las tradiciones... Hablar de Biblia es hablar de Mesopotamia.