El hombre, ante la grandeza de Dios, percibe su miseria y su realidad pecadora. Pero ¿qué es esto frente al inmenso mar de la infinita misericordia divina? Meditemos cada día del año esta bondad y descansemos en el perdón de Dios. Dejémonos abrazar por Él que, con nuestros defectos y errores, sólo contempla en cada uno el amor que nos tiene.