Seguir a Cristo significa entrar cada día más en la intimidad con él. Somos realizadores de un sueño, el mismo que nos enseñó hace miles de años en Palestina. Pero así como cada uno vive su propio encuentro con el Señor, no vivimos aislados sino que él nos pensó dentro de una comunidad.
Nuestra misión es hacer carne su Reino, trabajando para que nadie se quede afuera del banquete. Vivir como Jesús para los demás, aceptando y recibiendo al otro como don.
A lo largo de estas páginas iremos recorriendo el itinerario personal de un cristiano que se sabe comunitario. Desde los sueños, luchas y vivencias pasando por el compromiso y el trabajo adulto que llega a una entrega evangélica total: ya sea como el buen samaritano, que ofreció todo por el bien del sufriente, ya sea como Jesús, que dio su propia vida por el bien de la humanidad.