La primera vez que San Juan Bosco visitó al Sumo Pontífice (en 1858) el Papa le dijo: "Tiene que escribir todo lo que recuerde de su vida, hasta el día de hoy, todo lo que crea que puede ser de provecho espiritual para sus discípulos. Estos recuerdos les pueden hacer mucho bien a ellos". Pero al Santo se le olvidó tal encargo o no tuvo tiempo para cumplirlo. 
Luego en una visita, varios años después, oyó que el Pontífice le decía solemnemente: "No olvide que mi mandato es bien claro: tiene que escribir todo aquello que recuerde de su vida y que pueda ser de algún provecho espiritual para sus discípulos"...