La fe cristiana sólo puede existir en un ámbito de libertad. Sin libertad -sin una libertad amorosa- no puede existir la fe. Y a la inversa: sólo a la luz de la fe, la libertad del hombre alcanza la plenitud a que está llamada y supera todas las paradojas que acompañan a una libertad entendida desde sí misma. Esta mutua implicación de fe y libertad tiene como condición mediadora la verdad del hombre y de Dios. En nuestros días, la verdad es para muchos un término fundamentalmente equívoco, y en todo caso, incómodo. Una parte de las nuevas versiones de la verdad la hacen depender precisamente de la libertad, que suplanta a aquella al ocupar el lugar último y la instancia definitiva de apelación. Vivificadas por su relación con la verdad, la fe y la libertad aparecen en su permanente realidad y al mismo tiempo como elementos dinámicos de la historia concreta en que ambas son vividas. De ese modo se aprecia la fuerza crítica y transformadora que tanto la fe como la libertad pueden ejercer sobre los principios y valores que presiden y gobiernan nuestro tiempo. La fe y la libertad cristianas están llamadas a desempeñar su eficacia liberadora en medio de las diferentes esclavitudes que no faltan en los variados escenarios de la historia que vivimos. En estas páginas se recogen las lecciones del Primer Curso de Actualización Teológica que, bajo el título Fe y libertad al comienzo del tercer milenio tuvo lugar en La Chacra, muy cerca de la ciudad de Buenos Aires, en Argentina