Cada vez son menos las personas que mueren en casa, rodeadas de sus seres queridos, experimentando la muerte como un hecho natural. Y, sin embargo, detrás de los fríos datos estadísticos sigue habiendo personas que acarrean, mal que bien, el dolor por la pérdida de seres queridos y que se enfrentan al reto de dar una respuesta a la vida. Es urgente una humanización de todo cuanto rodea la última etapa de la existencia, envuelta muchas veces en un exceso de burocracia y funcionalidad.